Realidad perceptible o percepción de la Realidad.

19 de noviembre de 2009, escrito por Sin comentarios
Por: Javier Pérez Nieto.
(Colaborador de mundodesconocido.com)
Realidad: ¿Será mentira, será verdad?
La mayor cuestión a la que puede enfrentarse una persona al descorrer un velo es el patente desafío a la “realidad” que esto supone. ¿Está sucediendo realmente o sólo es cosa de mi mente?
- “Cosa de la mente sin duda” – esto es lo que le dirá la nueva casta sacerdotal de batas blancas y sus fieles acólitos, que escucharon la consigna hasta la saciedad.
Pero peor que esto es que lo repitan y repitan y repitan sólo por que alguien les dijo que estas fantasías no eran reales.
Hay muy variados ejemplos de este tipo de gente, tantos que no merece la pena centrarse en ellos, aunque quizás su máximo exponente lo encontremos en Carl Sagan, un obstruccionista de pro, tan acostumbrado a hablar de lo que no ha experimentado que, cómo no podía ser de otro modo, también habría de hablar de otras cosas menos científicas que tampoco ha experimentado.

Se llega a un punto, en el que al converger lo oculto con lo cotidiano la perversión impuesta del lenguaje se encarga de dinamitar el concepto con un argumento tan chabacano como cruel: “Se cree o no se cree”.
Se cree o no se cree en la magia, en la simbología, en la numerología, en la astrología en la alquimia, en cualquier suerte de culto o de mancias, pero no se nos pregunta si creemos en el teorema de Pitágoras o en el de Euclides, en la raíz cuadrada de -1, en la geometría plana, o si realmente creemos que la circunferencia en sí tiene 360 º. Son cosas que se dan por hechas y punto. El súmmum de la ciencia. Súmmum que como en el caso de la circunferencia y sus grados, nace de las más profundas raíces cabalísticas sumerias y no obedecen a ningún tipo de observación científica, y es que 3 más 6 dan 9, pero eso es otro tema.
Como ya he dicho, la perversión en el lenguaje es patente y nada buena y quizás convendría analizar de donde viene la palabra realidad, sólo para estar seguros de lo que hablamos.
Realidad deriva de la raíz indoeuropea “reg”, que podemos observar en vocablos tales como regem, regina, régula, regla, real, etc. Estando fuertemente vinculada al concepto de rey.
Cualquiera que esté familiarizado un poco con la historia antigua (sea esta falsa o verdadera), recordará que el papel de los reyes, faraones, emperadores, y toda suerte de jerarcas era la de establecer ciertos límites, “reglas”, tanto en lo mundano como en lo no mundano de manera que aquello que no era “real” escapaba del poder del soberano.
Cuando alguien pregunta “¿Qué significa realmente?” , lo que está preguntando es “¿Qué dice el rey que es esto?” o “¿Qué es lo que nos han dicho que es”.
¿Es esto real, forma parte del reino?
La oposición a la realidad es la fantasía, que a su vez deriva del vocablo bha que entre otras muchas ha generado palabras como brillo o destello, pudiéndose considerar que la fantasía es una forma de iluminación. Conceptualmente, la fantasía escapa a los dominios del reino y hartos estamos de verlo en los cuentos:
Madre, ¿Qué hay más allá de esas montañas?
Monstruos dicen…
Un día, quizás más temprano que tarde iré más allá de esas montañas, buscaré una mujer y fundaré un reino en el que no se tema al palo del amo ni se comercie con personas.
Hijo mío, vives en un mundo de fantasía.
Siempre vemos que el héroe de la historia abandona el reino del que es oriundo y se enfrenta a lo desconocido o que está más allá del poder del rey para volver triunfante o morir en el empeño. Jasón a la Cólquida. Heracles a las Hespérides y a los infiernos, Odiseo por los mares de isla en isla, y la lista sigue.
Pero iluminar una cosa no es cuestionar su existencia, sino simplemente decidir si debe o no estar dentro del reino o quedar envuelto en las tinieblas de la ignorancia. Tal es así que antes de los tiempos de Colón uno podía morir fácilmente al argumentar que la tierra no era plana.
De ahí la cuestión de la realidad.
La realidad, sin género de dudas es categóricamente falsa, ya que es la interpretación individual de un hecho sustraído del Todo impuesto por el que detenta el poder.
Realidad, fantasía y locura no son más que fruslerías legales dictaminadas por el rey o, en tiempos más modernos, por los Estados. Gobiernos comunistas, fascistas o de otra índole, así como las agrupaciones vecinales e incluso la propia familia, una vez que establecen las dimensiones y parámetros del reino detenta el poder, aunque sólo si esas dimensiones y parámetros se aceptan como “impepinables”.
Se nos ha dicho que la realidad queda determinada, establecida y acotada por nuestros archiconocidos cinco sentidos. ¿Pero que sucede cuando alguien ve un fantasma, descubre un complot, olfatea los efluvios sulfurosos del infierno, al comulgar con pan saborea de facto carne humana o toca a un ser de otro mundo? Eso escapa a la realidad. La experiencia individual choca frontalmente contra los edictos reales o las experiencias socialmente aceptadas. De persistir en la veracidad de cuanto dice ese individuo se vuelve peligroso y pronto es un lunático al que preferimos llamar loco y encerrarlo de por vida para que no moleste. Eso si no nos da por atiborrarlo a drogas, torturarlo con descargas eléctricas o amputar partes de su anatomía cerebral persiguiendo el mismo fin.
Como dije antes, es en estos tiempos que los Estados dictaminan quien es loco o cuerdo, y es así como vemos en los países con gobiernos totalitarios como los manicomios están atestados de presos políticos cuyo único pecado es proponer la existencia de algo más allá del reino.
Y es curioso hablar de manicomio porque manicomio es el lugar donde se cuida a los maniáticos. Maniáticos, que según la R.A.E son personas que muestran una preocupación aparentemente caprichosa por algún tema concreto.
Oswald mató a Kennedy y se habló de él como un “loco solitario”, no sin razón, pues el argumento esgrimido para la condena de este inocente fue la de que quería acabar con el reino. Bush padre e hijo (más conocido por su alcoholismo que por su mal gobierno) arrasaron Irak, pero ellos pertenecían al reino, de hecho lo creaban. ¿Se aprecia la diferencia?
Pondré otro ejemplo:
En el habla Inglesa la palabra para definir a un loco es Insane, insano, mientras que el cuerdo es denominado por la palabra Sane. Es decir, que si uno está de acuerdo con la ley establecida por el jerarca en cualquiera de sus formas y no la cuestiona, sino que dobla la cerviz y agacha las orejas, es sano, sino es así no lo es.
Se nos llena la boca. Se nos llena la boca de decir, eso no tiene una base real, no es compatible con lo que me han hecho creer. O peor, aún no es compatible con lo que me es más cómodo creer.
Con esto quiero decir, que la próxima vez que se le ocurra determinar la realidad antes de tachar a alguien de loco o, más benévolamente, de fantasioso pregúntese así mismo si quizás no es usted una suerte de borrego adocenado que bala los mantras reales, siguiendo el camino que le marcan, perpetuando lo establecido y conveniente para otro distinto de usted, al que sin saberlo sirve y sin saberlo es controlado por él.
Evidentemente no tiene que creerlo todo y dar verosimilitud a lo primero que le digan por muy real o fantasioso que sea. Saque su propia conclusión. Atrévase a mirar desde el límite último del reino a esas metafóricas montañas e inevitablemente se posicionará.


Fuente:
mundodesconocido.com

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