Cambio crucial en la geopolítica de oleoductos

20 de febrero de 2010, escrito por Sin comentarios
Por M. K. Bhadrakumar

El presidente de Turkmenistán, Gurbanguli Berdymujamedov (al centro) y el presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad (a la izquierda) conversan con Ahamed Mohamad Ali, presidente del Banco Islámico de Desarrollo (a la derecha), durante la inauguración del nuevo gasoducto en Achgabat, Turkmenistán, el 6 de enero de 2010).


El 6 de enero de 2010, Irán y Turkmenistán inauguraban el gasoducto Dovletabat-Sarakhs-Khangiran, un proyecto común de enorme envergadura. Ese gran paso de avance tiene grandes posibilidades de cambiar radicalmente la situación en el «gran ajedrez» del control de la energía. En este caso, Estados Unidos se ha visto marginado por un grupo de competidores que no han recurrido a las agresiones ni a los derramamientos de sangre que los estadounidense desencadenaron sin vacilar sólo para garantizar la seguridad de las rutas de acceso. Si el futuro energético está en el gas, y no en el petróleo, es posible que el control del Medio Oriente tenga que pasar por el de la cuenca del mar Caspio.

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En enero pasado, la inauguración del gasoducto Dauletabad-Sarakhs-Khangiran, que conecta el norte de Irán (en la cuenca del mar Caspio) con los yacimientos de Turkmenistán, pasó inadvertida en medio del estruendo de la campaña mediática occidental que pretende que el régimen islámico de Teherán enfrenta una verdadera apocalipsis.
Se trata, sin embargo, de un hecho que puede tener importantes consecuencias en cuanto a la seguridad de la región. En 3 semanas, Turkmenistán decidió destinar la totalidad de sus exportaciones de gas a China, Rusia e Irán. Lo cual implica que no le interesan en lo más mínimo los proyectos que proponen Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Serán estos los acordes de una sinfonía orquestada con la participación de Rusia, China e Irán?
Aunque operará inicialmente con un modesto volumen de 8 000 millones de metros cúbicos (8 G.m3) de gas, este gasoducto de 182 kilómetros cuanta con una capacidad anual de 20 G.m3. En Irán, ese volumen de gas puede satisfacer las necesidades de la población de la llanura costera del mar Caspio dando así a Teherán la posibilidad de exportar toda la producción de los yacimientos de gas del sur de Irán.
El contrato satisface plenamente a ambas partes: Achgabat obtiene el control exclusivo de un mercado vecino; el norte de Irán no se verá ya obligado a reducir su consumo por temor a la escasez en el invierno y Teherán puede así destinar a la exportación el excedente de su propia producción. A través de Irán, Turkmenistán puede desarrollar además otras vías de transporte hacia el resto del mundo. Así que Irán tiene grandes posibilidades de gozar plenamente de las ventajas de su posición geográfica, perfecta para servir de terminal a las exportaciones de gas de Turkmenistán.
 
Estamos asistiendo a una redistribución de las cartas en el plano de la cooperación energética a nivel regional, que deja fuera del juego a las «supermajors» del petróleo [1]. Como de costumbre, Rusia lleva la voz cantante, China e Irán siguen el ejemplo. Rusia, Irán y Turkmenistán ocupan respectivamente el primero, segundo y cuarto lugares en cuanto a la importancia de sus reservas de gas. Mientras tanto, China está llamada a convertirse, en este siglo, en el gran país importador por excelencia. Y todos esos factores tienen consecuencias capitales para la estrategia global de Estados Unidos.
El gasoducto que han construido Irán y Turkmenistán es una burla a la política americana contra Irán. Estados Unidos amenaza con adoptar nuevas sanciones contra Irán y sostiene que «Irán está cada vez más aislado» mientras que Mahmud Ahmadinejad recorre el Asia central en su jet presidencial, es recibido con alfombra roja en Achgabat por el presidente Gurbanguly Berdymujammedov y un nuevo eje económico surge ante nuestros ojos. La diplomacia coercitiva de Estados Unidos no ha dado resultado. Turkmenistán, país cuyo producto nacional bruto (PNB) es de 18,3 millardos de dólares, ha desafiado a la única superpotencia (con un PNB de 14 200 millardos). Y hasta se dio el lujo de tratar el asunto como una cuestión de poca monta.
La cuestión tiene otras ramificaciones. Para empezar, Teherán dice haber concluido con Ankara un acuerdo para exportar gas turkmeno hacia Turquía a través del gasoducto de 2 577 kilómetros que conecta Tabriz (en el norte de Irán) con Ankara. Lo cual confirma que Turquía mantiene una política exterior independiente y que ese país también aspira a convertirse en una pieza fundamental de la distribución de gas hacia los mercados europeos. Europa pudiera entonces perder la batalla por el acceso directo a las reservas de la cuenca del mar Caspio.
En segundo lugar, Rusia no parece inquieta ante la idea de que China logre encontrar fuentes de aprovisionamiento energético en Asia central. La demanda europea de gas ruso ha decaído y los países productores de Asia central se están posicionando en el mercado chino. Las importaciones chinas no deben implicar problemas de aprovisionamiento para Rusia (ya sea en cuanto a su consumo interno o sus exportaciones). La posición de Rusia en el mercado centroasiático de la energía, y alrededor del mar Caspio, es tan sólida que la pone al abrigo de cualquier tipo de escasez de energía.
Lo esencial para Rusia es preservar su estatus de primer proveedor de energía con destino a Europa. Así que, mientras los productores de Asia central no expresen ningún interés acentuado por la construcción de nuevos gasoductos a través del Cáucaso, Rusia no pondrá inconvenientes. Durante su reciente visita a Achgabat, el presidente ruso Dimitri Medvedev normalizó las relaciones entre Rusia y Turkmenistán en cuanto a los asuntos energéticos. Este fortalecimiento de los vínculos con Turkmenistán representa un importante progreso para ambos países.
Factor número 1, la importante mejoría de sus relaciones permite a Turkmenistán mantener sus exportaciones hacia Rusia, cuyo volumen anual es de 30 000 millones de metros cúbicos de gas.
Factor número 2, citando a Medvedev: «Por vez primera en la historia de las relaciones que unen a Rusia y Turkmenistán, el precio del abastecimiento de gas se calculará de forma absolutamente comparable a la de los mercados europeos.» Algunos comentaristas rusos afirman que Gazprom no obtendrá ganancias con la compra del gas turkmeno y que, por otro lado, si Moscú aceptó pagar el precio más alto es porque el Kremlin ha decidido no dejar ni un metro cúbico de gas a la disposición de otros proyectos de gasoducto, y principalmente al Nabucco, proyecto impulsado por Estados Unidos.
Factor número 3, y contrariamente a lo que la propaganda occidental está tratando de hacer creer, Achgabat no ve en el gasoducto chino un posible sustituto de Gazprom. La política de precios de Rusia garantiza que Gazprom siga siendo un cliente insustituible para Turkmenistán. Las negociaciones sobre el precio de venta del gas destinado a China no han terminado todavía, pero la tarifa final nunca podrá competir con la oferta rusa.
Factor número 4, Rusia y Turkmenistán han reiterado sus compromisos de desarrollar el gasoducto transcaspio a lo largo de la costa oriental del mar Caspio y hasta Rusia, gasoducto que contará con una capacidad de 30 000 millones de metros cúbicos. Es evidente que, gracias a las reservas turkmenas y kazajas, Rusia espera centralizar mayores cantidades de gas natural provenientes de Asia central.
Factor número 5, Moscú y Achgabat llegaron también a un entendimiento para la construcción conjunta de un gasoducto este-oeste que debe conectar todos los pozos de gas turkmenos a una misma red para permitir el envío de gas hacia Rusia, China e Irán desde cualquier yacimiento.
Como puede verse, en el contexto de intensificación de los pasos americanos en Asia central, la visita de Medvedev a Achgabat no deja de tener consecuencias en cuanto a la seguridad de la región. Durante una conferencia de prensa común con Medvedev, el presidente Berdymujammedov declaró que Moscú y Achgabat comparten una visión general sobre la situación de la zona, en particular en cuanto al Asia central y la cuenca del Caspio. Subrayó además que ambos países consideran que la seguridad de cada uno de ellos está indisolublemente ligada a la del otro.
Por su parte, Medvedev confirmó la similitud de los análisis de ambos países, que ambos comparten de forma unánime, sobre las cuestiones de seguridad y su voluntad común de trabajar juntos.
Al tratar de evitar a Rusia, de ignorar a China y de aislar a Irán, la estrategia diplomática de desarrollo de los pipelines que aplicó Estados Unidos en la región del Caspio no ha funcionado. Rusia tiene previsto ahora multiplicar por dos sus importaciones de gas desde Azerbaiyán, lo cual obstaculiza todavía más los esfuerzos occidentales por convertir a Bakú en proveedor del Nabucco.
Junto a Rusia, Irán emerge ahora como importador del gas de Azerbaiyán. En diciembre, Azerbaiyán firmó un acuerdo para exportar gas hacia Irán a través del gasoducto Kazi-Magomed-Astara, de 1 400 kilómetros.
El origen de todo esto es el indetenible desarrollo del South Stream y del North Stream rusos, que garantizarán el suministro de gas al norte y al sur de Europa. Los obstáculos que se oponían al North Stream han desaparecido después de su aprobación, en el plano medioambiental, por parte de Dinamarca (en octubre), Finlandia, Suecia (en noviembre) y Alemania (en diciembre). La construcción de ese gasoducto debe comenzar en primavera.
Gazprom, los industriales alemanes E.ON Ruhrgas y BASF-Wintershall, así como Gasunie, una empresa holandesa de transporte de gas, han invertido en total 12 000 millones de dólares con vistas a la construcción del gasoducto North Stream, cuyo trazado evita las vías de tránsito que datan de la época soviética a través de Ucrania, Polonia y Bielorrusia.
Este nuevo gasoducto de 1 220 kilómetros comienza en el puerto de Vyborg, en el noroeste de Rusia, pasa por debajo del mar Báltico y desemboca en el puerto alemán de Greifswald. Con la entrada en funcionamiento de su primer tramo, debe alcanzar el año próximo una capacidad de 27 500 millones de metros cúbicos, para alcanzar el doble de esa capacidad en 2012. El North Stream tendrá una profunda repercusión sobre la geopolítica de Eurasia, las estrategias transatlánticas y los vínculos entre Rusia y Europa.
Es evidente que 2009 ha sido un año histórico en la llamada «guerra energética». Primero, se produjo la inauguración del gasoducto chino por el presidente chino Hu Jintao, el 14 de diciembre; después, el 27 de diciembre, el primer ministro ruso Vladimir Putin inauguró la terminal petrolera cercana al puerto de Najodka, en Siberia occidental (que lo conecta con los nuevos yacimientos de Sibera occidental y de China y con los nuevos mercados asiáticos en el Pacífico, gracias a un importante presupuesto de 22 000 millones de dólares) y, finalmente, el presidente iraní Ahmadinejad inauguró el gasoducto iraní el 6 de enero pasado. Poco a poco, casi todo el mapa energético de Eurasia y de la región del Caspio se ha visto así modificado.
El año 2010 comienza así matizado por una fascinante incógnita:
¿Coordinarán Rusia, China e Irán sus próximas acciones o tratarán al menos de armonizar sus intereses opuestos?
 M. K. Bhadrakumar
M. K. Bhadrakumar hizo carrera como diplomático en el ministerio indio de Relaciones Exteriores. Trabajó como diplomático en la URSS, Corea del Norte, Sri Lanka, Alemania, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.

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