Ariadna Jové la jóven española arrestada por militares israelíes : «Israel no quiere que contemos lo que ocurre»
Recién puesta en libertad bajo fianza por el Ejército israelí, esta joven de Tarragona defiende el papel no violento de los comités populares palestinos. Es tímida, dulce y parece no haber roto un plato en su vida. Durante más de un año ni el gas lacrimógeno ni el fuego real habían logrado torcer su compromiso con las aldeas palestinas que están siendo engullidas por el muro y los asentamientos israelís. Pero el domingo, violando los Acuerdos de Oslo, el Ejército israelí entró en Ramala ...
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Fuente: El Periódico de España
Es tímida, dulce y parece no haber roto un plato en su vida. Durante más de un año ni el gas lacrimógeno ni el fuego real habían logrado torcer su compromiso con las aldeas palestinas que están siendo engullidas por el muro y los asentamientos israelís. Pero el domingo, violando los Acuerdos de Oslo, el Ejército israelí entró en Ramala y la arrestó a las tres de la mañana. Ahora, con 25 años y dos asignaturas para acabar Geología, está asustada. La presión ha funcionado.
–¿Cómo la arrestaron?
–Estábamos durmiendo, cuando oímos unos golpes en la puerta. Miramos por la ventana, y vimos un montón de jeeps del Ejército rodeando la casa. Reventaron la puerta y entraron. Nos apuntaban con los fusiles automáticos. Gritaban para que no nos moviéramos y les entregáramos la documentación. Mientras hacíamos las maletas, se llevaron ordenadores, documentos, mapas...
–¿Las sacaron esposadas?
–Sí. Nos llevaron a la base militar de Beit El y de allí a la prisión de Ofer [ambas en la Cisjordania ocupada]. Más tarde nos metieron en un coche de la policía de inmigración. Nos dijeron que íbamos a la comisaría de Holon (Tel Aviv) y que allí nos darían dos opciones: firmar la deportación o estar seis meses en la cárcel.
–Qué susto…
–Sabíamos que no íbamos a firmar. Una compañera lo había hecho unas semanas antes porque estaba nerviosa. Pensamos que lo de la cárcel no podía ser más que una amenaza.
–¿Qué ocurrió en el interrogatorio?
–Me dijeron que sabían todo lo que he estado haciendo. Me preguntaron: «¿Te pagan por estar aquí? ¿Por qué no te fuiste al expirar tu visado?». Les contesté que no hablaría sin tener un abogado delante.
–¿Y de allí a la cárcel de Ramle?
–Nos pusieron con otras 12 presas, la mayoría refugiadas o inmigrantes sin papeles. Vinieron a vernos los abogados, el canciller y el cónsul español en Jerusalén. Al día siguiente, teníamos la vista en el Supremo. A las 5.30 horas nos despertaron y, esposadas de pies y manos, nos metieron en un camión con otros presos.
–Usted debe de ser una grave amenaza contra la seguridad nacional…
–Fue ridículo. Esposada de pies y manos. No sabía si reírme o llorar.
–¿Por qué fue a Palestina y no al Congo o una barriada de Tarragona?
–Llevaba una temporada estudiando árabe y me fui a Siria. En Palestina tenía un amigo periodista que me sirvió de referencia. No estaba muy bien en Siria y, pensé, este es mi momento. Al llegar a Palestina me encontré con el Movimiento de Solidaridad Internacional [ISM, de sus siglas en inglés] y, casi por azar, empecé a trabajar con ellos.
–¿Qué le convenció del ISM?
–Su apoyo a cualquier acción de resistencia no violenta que surgiera de las bases, de los comités populares palestinos.
–¿Por qué se involucró tanto?
–Quería conocer de primera mano qué significan los checkpoints, el muro y los asentamientos. Con el ISM empecé a ir a las manifestaciones de Nalin y vi que lo que ocurre allí es un escándalo. Pienso que la resistencia popular es un camino para que cambien las cosas. Yo no quería hacer cooperación, quería hacer activismo.
–¿Qué ocurre en Nalin?
–En mayo del 2008, cuando empezaron las manifestaciones contra la construcción del muro --se había confiscado el 60% de sus tierras–, todo el pueblo participaba. En junio, los soldados asesinaron a dos chicos, Ahmed, de 10 años, y Yusef, de 17. Luego, en diciembre, cuando se iniciaron las protestas por la masacre en Gaza, mataron a Mohamed y Arafat. En unos meses, se llevaron a más de 60 chavales a la cárcel. La gente tiene miedo, la represión es muy fuerte.
–El Ejército dice que usted interfiere en sus operaciones. ¿Le acusaron de algo en la vista ante el Supremo?
–Dijeron que participo en manifestaciones ilegales, pero para Israel cualquier manifestación en Cisjordania es ilegal. Para defender la deportación se centraron en el visado expirado. Es la excusa. En el fondo hay una campaña para frenar a los activistas y a la resistencia popular.
–¿Por qué cree que el Ejército quiere quitarles de en medio?
–Israel no quiere que contemos lo que pasa, ni que lo documentemos con cámaras. Nuestra presencia disuade al Ejército para que no use munición real, aunque, de todas formas, lo hacen. Y asistimos a juicios militares donde juzgan a los detenidos. Nuestra presencia importa. Saben que hay gente observando.
–¿Se puede cambiar el mundo?
–Yo no he venido a cambiar el mundo. Es algo más personal, relacionado con mis inquietudes, y pienso que sí es útil estar aquí. Si no, los militares no hubieran entrado en Ramala y nos hubieran secuestrado.
–Israel quiere deportarla...
–La presión es muy fuerte. Siempre he pensado que lucharía legal y físicamente contra la deportación. Pero se qué están pendientes de mí, que hay ojos que seguramente me observan y controlan mis llamadas.
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