Por Alberto Alonso
Estos días viene recordándose por parte de algunos medios la fecha en la cual el dictador golpista Francisco Franco vino a designar a Juan Carlos de Borbón como sucesor en la jefatura de la dictadura a titulo de Rey, recordando que este juró lealtad al régimen para luego violar dicho juramento con la firma de la Constitución redactada por las Cortes en 1978, circunstancia que le mantuvo como Jefe del Estado.
Soy de los que entienden que después de una Guerra Civil tan cruenta como la española y de 40 años de tiranía, era difícil que este país viera reconstruirse el modelo republicano que ya vivió en dos ocasiones y, por tanto, la Constitución de 1978 vino a resolver de un modo adecuado los problemas del país en aras de la concordia. La herencia de un régimen estrictamente personalista como fue el franquista, hacía visible la importancia que tenía la jefatura del Estado.
Pero si la Constitución fue buena para resolver los problemas del país al final de la dictadura, el mismo texto no tiene porqué ser bueno para resolver los problemas de una España completamente diferente a principios del siglo XXI. Por sus propios fallos, por inexistencia de actualizaciones o simplemente por los incumplimientos de sus artículos, la Carta Magna sitúa al modelo político español treinta años después ante un evidente agotamiento.
Es por ello que creo que las personas que reclaman con tanto interés el modelo republicano criticando al Rey o vistiéndose con la tricolor de 1931, se equivocan cuando personalizan el problema únicamente en la persona de Juan Carlos como si el debate fuera hoy el mismo que en 1978 o 1931.
El debate hoy es saber si existe la posibilidad de acometer una renovación profunda sobre el modelo territorial, el sistema judicial, el modelo electoral, el sistema de partidos, el parlamentarismo, los derechos civiles y la jefatura del estado, entre otras muchas cosas. Por tanto, la renovación del modelo político español es mucho más amplia que dilucidar si el Rey gasta mucho o poco, o si el sucesor es nene o nena.
De estos treinta años la sociedad española puede sacar lecciones positivas. La primera es que no somos los raros de Europa, que podemos vivir perfectamente en democracia como el resto de los europeos. Y si eso es cierto, es igualmente cierto que podemos y debemos hacer un debate sobre multitud de cuestiones que ayudarían a España a avanzar en el sentido republicano de la configuración del Estado o, incluso, en la constitución de una nueva República.
Ser juancarlista o constitucionalista hoy por hoy es no ser nada, pero hacer ondear la tricolor por pura nostalgia tampoco garantiza gran cosa. Lo que España necesita hoy es corregir los defectos de su sistema (que son muchos) y emanciparse de viejos clichés que la constriñen en sus propios tópicos. En definitiva, creo que la Constitución Española de 1978 fue buena para el país, pero como diría mi madre “lo que no mejora, empeora”.
2 comments:
Lo unico ke se me ocurre es no perder la esperanza y como dice mi abuelo: ESPAÑA MAÑANA SERA REPUBLICANA
Pues mira rastafari...
Yo, vivo en la Replublica de Irlanda, y no es mejor por eso de llamarse republica. Una palabra u otra, no es lo importante. Lo importante es mantener el concepto. Aqui, en la "republica" de Irlanda, hay mas "patriotas USA", que en los EEUU, asi que ya ves...La cosa esta mal de todas todas! desde que llego la NINTENDO, Se jodio todo!! puedes creerlo.
Un abrazo, Galego!!
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